diumenge, 13 de febrer del 2011

Una historia de amor

AMOR en mayúsculas, eso desprendían Juan Cruz y Rosario. Desgraciadamente no tuve mucho tiempo para conocerlos, pero lo poco que pude disfrutar de su presencia fue suficiente para saber lo que es el amor. Ellos eran una pareja de ancianos que llevaban más de medio siglo juntos. Habían sobrevivido a una guerra, una postguerra y una modernidad para la que nadie los había preparado.
Un día, meses antes de que la señora Rosario falleciera por una enfermedad pulmonar crónica, pasamos a visitarlos. Ella caminaba por su vivienda conectada a una máquina que le proporcionaba el oxígeno necesario para vivir, y que ella era incapaz de bombear sola. Yo no podía dejar de observar a su marido, el señor Juan Cruz, un rostro curtido por el duro trabajo durante tres cuartos de siglo, y unos ojos que en los dos últimos años habían envejecido más que nunca debido a la enfermedad de su esposa. El pobre hombre no dejaba de perseguir a su esposa vigilando que no hiciera esfuerzos, intentando dar mensajes de sensatez a una mujer que estaba acostumbrada a trabajar. La señora Rosario era incapaz de sentarse y cruzarse de brazos, era todo nervio. Y su marido se temía que si ella no sucumbía a la enfermedad, lo haría a la impotencia. Un momento que nos quedamos a solas con él, las lágrimas comenzaron a saltar de sus cansados ojos mientras nos confesaba que ella se apagaba, y que si ella moría él ya no tendría fuerzas para continuar.
Al año siguiente, volvimos a visitar al señor Juan Cruz. Su esposa había fallecido pocos meses antes. Recuerdo nítidamente sus palabras:
- ¿Que si la echo de menos? , ayer mismo estaba trabajando mi huerto con la azada cuando miré una esquina donde ella siempre estaba cuidando los tomates. Yo iba a preguntarle si ya estaban crecidos, me di cuenta que ella ya no estaba, y no pude aguantar las lágrimas. Cada día la echo más de menos. Éramos tan felices juntos...
Dos meses después de esta conversación, el señor Juan Cruz, una de las mejores personas que he conocido, falleció. Los médicos dicen que murió de viejo. Ahora, su cuerpo y el de su amada esposa descansan en el cementerio de su pequeño pueblo, Arnedillo.

¿Qué darías tú por amor?, ellos dieron toda su vida.

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