Había empezado aquella maldita noche bebiendo demasiado. La ocasión era propicia, me encontraba entre amigos y la fiesta prometía ser de las buenas. Bebimos, cenamos, volvimos a tomar unas copas, fuimos a bailar, más copas...y entonces escuché un susurro de mujer a mi oreja, un “hola” inocente lanzado de forma envenenada. Me giré sorprendido y me encontré mirando a unos ojos negros preciosos, que parecían pertenecer a una no menos preciosa chica que me sonreía. Durante una fracción de segundo pensé que esa sonrisa cambiaría a sorpresa de repente y al momento me diría : “¡Uy, perdón!, me he equivocado de persona”, pero eso no ocurrió. Ella siguió allí, manteniéndome su mirada y su mágica sonrisa. Comencé a tontear con ella, debía tener casi la mitad de mi edad, observé que mis amigos me miraban alucinados. Le invité a una copa con el pretexto de un supuesto concurso de belleza y simpatía que ella había ganado. Eso dio lugar a una discusión amistosa respecto si era más importante el título de Miss Belleza o el de Miss Simpatía, y por supuesto, de forma completamente hipócrita, yo apoyé la causa de Miss Simpatía, a la que ella alegó que por lo general los hombres definimos como simpática aquella que no puede competir por su belleza. En fin, tras una hora de alegre discusión y después de que ella me invitase a una nueva ronda de copas, el corazón me iba a mil deseando acabar la fiesta en otro lugar acompañado de ella. Como si me hubiese leído el pensamiento, me ofreció tomar una nueva copa en el piso que compartía con unas amigas estudiantes y que, casualmente, este fin de semana se habían ido en un viaje de low-cost, toda la casa para nosotros. La invitación me hizo saltar la milirrubina por los aires.
A escondidas de mis amigos y de los suyos, salimos de la discoteca, cogimos un taxi, llegamos a su casa, olvidé la invitación a la última copa y nos fuimos directos a la cama. Mi cuerpo hacía tiempo que no sentía tal pasión. Cuando acabamos, entonces, mi mente recobró la claridad de ideas y me acordé de que, en algún lugar de esta ciudad, había una persona que me quería, y a lo que yo también quería. Un sentimiento de tristeza infinita me recorrió tal como lo haría un escalofrío febril. Mi mirada se posó en la extraña que dormía a mi lado, a la cual vi exactamente como eso, una extraña...y me sentí sucio y miserable.
Silenciosamente cogí mis cosas y me fui de la casa, cogí un taxi y regresé a la mía, debían ser las ocho de la mañana. Cuando llegué, mi pareja había marchado ya al trabajo. Cerré la puerta y en ese momento tuve la sensación que no estaba solo. La casa estaba en completo silencio pero yo sabía que, a parte de mí, alguien más estaba allí. Con mucha precaución miré en la cocina, comedor y habitaciones. Cuando entré en el lavabo, la cortina de la ducha estaba cerrada, la abrí de golpe y...nada. Me giré para salir del baño y entonces pude verlo de reojo, allí estaba. Me quedé parado delante suyo, los dos mirándonos a los ojos, con la misma mirada, la misma boca abierta, el mismo pelo y la misma barba. Delante mío estaba el espejo en el cuál veía a alguien idéntico a mí pero que no era yo. Mi cuerpo era el mismo pero algo en mi interior había cambiado para no volver, al menos que reconociera la mentira delante de la persona que más amaba. La persona que se me mostraba era un traidor, un mentiroso. Pero, ¿ qué pasaría si le decía la verdad a ella?, ¿ es peor convertirse en un traidor o romper el corazón a la persona que más quieres?. Quizás nos podemos engañar pensando que no ha pasado nada, tan sólo un desliz que ha dejado una cicatriz que no tardará en secar y todo volverá a la normalidad, pero tengo miedo que eso no sea así, y que ya nunca vuelva a ser lo mismo.
A escondidas de mis amigos y de los suyos, salimos de la discoteca, cogimos un taxi, llegamos a su casa, olvidé la invitación a la última copa y nos fuimos directos a la cama. Mi cuerpo hacía tiempo que no sentía tal pasión. Cuando acabamos, entonces, mi mente recobró la claridad de ideas y me acordé de que, en algún lugar de esta ciudad, había una persona que me quería, y a lo que yo también quería. Un sentimiento de tristeza infinita me recorrió tal como lo haría un escalofrío febril. Mi mirada se posó en la extraña que dormía a mi lado, a la cual vi exactamente como eso, una extraña...y me sentí sucio y miserable.
Silenciosamente cogí mis cosas y me fui de la casa, cogí un taxi y regresé a la mía, debían ser las ocho de la mañana. Cuando llegué, mi pareja había marchado ya al trabajo. Cerré la puerta y en ese momento tuve la sensación que no estaba solo. La casa estaba en completo silencio pero yo sabía que, a parte de mí, alguien más estaba allí. Con mucha precaución miré en la cocina, comedor y habitaciones. Cuando entré en el lavabo, la cortina de la ducha estaba cerrada, la abrí de golpe y...nada. Me giré para salir del baño y entonces pude verlo de reojo, allí estaba. Me quedé parado delante suyo, los dos mirándonos a los ojos, con la misma mirada, la misma boca abierta, el mismo pelo y la misma barba. Delante mío estaba el espejo en el cuál veía a alguien idéntico a mí pero que no era yo. Mi cuerpo era el mismo pero algo en mi interior había cambiado para no volver, al menos que reconociera la mentira delante de la persona que más amaba. La persona que se me mostraba era un traidor, un mentiroso. Pero, ¿ qué pasaría si le decía la verdad a ella?, ¿ es peor convertirse en un traidor o romper el corazón a la persona que más quieres?. Quizás nos podemos engañar pensando que no ha pasado nada, tan sólo un desliz que ha dejado una cicatriz que no tardará en secar y todo volverá a la normalidad, pero tengo miedo que eso no sea así, y que ya nunca vuelva a ser lo mismo.
Han pasado semanas y todavía espero el momento propicio para confesarle lo sucedido. Mientras tanto, cada vez que me miro al espejo veo a ese miserable en el que me he convertido.