dilluns, 30 de novembre del 2015

¿Dudas razonables?

- ¿Veis como al final eso de la independencia era un cuento del Mas?
- ¿Por qué lo dices?
- Tanto decir que los españoles no tenemos ni idea, que si Mas solo ha seguido la voluntad del pueblo catalán, bla bla bla, y resulta que ahora los de las CUP os dicen que os apoyarán si soltáis el lastre del Mas y vosotros os negáis; contestáis que el President debe liderar el proceso y que es innegociable. Así que al final Rajoy tenía razón, cargándose políticamente al Mas se carga el proceso.
- Eso es una chorrada. Si Rajoy se carga al Mas lo convertirá en un mártir.
- Quizás por eso queráis mantenerlo, para que en algún momento os pueda servir de mártir.
- Algunos lerdos de Madrid si hubiesen podido ya se lo habrían cargado, de eso no tengas duda. Debe estar inmaculado para que no hayan sacado a la luz ningún trapo sucio.
- O quizás tengan apaños juntos y no puedan sacarlos a la luz porque les salpicaría también. Recuerda que estos antes eran muy amigos. Eso sí, ahora parece que los traidores a Cataluña son los de las CUP.
- Hombre, están torpedeando el proceso que ellos han defendido desde su inicio.
- Yo no lo veo así. Ellos quieren la independencia pero sin firmar un cheque en blanco a su enemigo natural, la burguesía catalana pro-española. Son los únicos fieles a sus ideas. El resto se venderían al diablo por conseguir sus objetivos. De hecho la mayoría ya se han vendido.
- El caso es que se trata de una oportunidad histórica.
- Que casualmente ha coincidido con la mayor crisis en la historia de Convergencia.
- Sea como sea, por primera vez en mucho tiempo Catalunya tiene una oportunidad única para liberarse del yugo español.
- ¿Aunque más de la mitad de los catalanes no lo apoyen?
- ¿Y cómo puedes asegurar que no lo apoyan más de la mitad de los catalanes?
- ¿Cómo puedes asegurar tu que sí lo apoyan?
- Hay mayoría absoluta independentista en el Parlament.
- Eso díselo a los de las CUP. Pero aunque al final llegasen a un acuerdo, ¿crees que Europa aceptará una declaración unilateral de independencia que, en el mejor de los casos, no se sabe si llega a ser aceptada por la mitad de la población? Y más en la situación crítica financiera en la que está Cataluña.
- Situación a la que nos ha llevado el estado español.
- Muchas empresas catalanas han crecido gracias al comercio con el resto de España. Vete a explicarles a ellos ese rollo del victimismo catalán.
- Que algunos se hayan aprovechado de esa situación no significa que en general no nos habría ido mejor en una Catalunya independent.
- Pues la mayoría de empresarios no parecen estar de acuerdo y pasan de la independencia.
- Los empresarios, como la unión europea, son veletas que giran según la dirección del viento. Cuando la Catalunya independent sea un hecho no te preocupes que la aceptarán.
- ¿Eso está en el "full de ruta" de tu "molt honorable"? ¿Crees que lo tiene todo controlado?
- Es una partida de ajedrez y estoy seguro que no se improvisa ningún movimiento.
- ¿Entonces tú crees que los independentistas ya sabían que les iban a intervenir las finanzas?
- Eso ha sido una jugada muy sucia del gobierno español.
- Pero no por eso imprevisible. Así como es de esperar que, en las elecciones generales, el gobierno que salga sea aún más de derechas que el que hay ahora. PP y Ciudadanos juntos. ¿Eso también lo prevén?
- Da igual quien esté en el gobierno español, ninguno de los que optan nos dejará escoger nuestro destino.
- ¿Ves? En eso estoy de acuerdo contigo. Pero cuando se junten estos dos los catalanes vais a flipar.
- ¿Y eso te consuela? Recuerda esto: si Catalunya tose, España se constipa. Aquí vamos a flipar todos por culpa de los intereses políticos de unos y otros.



dimecres, 25 de novembre del 2015

La encuesta


Alberto hace encuestas, o dicho más apropiadamente, estudios de opinión o entrevistas, así es como su jefe le ha indicado que debe presentarse delante de los potenciales encuestados. Lleva medio año haciendo este trabajo y la verdad es que no es tan malo mientras espera acabar su carrera, incluso puede que después, aunque esté trabajando de otra cosa más seria, si necesita dinero, continúe haciendo  entrevistas solo para sacarse un sobresueldo.
Mientras llega ese momento Alberto sale como cada día de la oficina con cara de pocos amigos por culpa de la ruta que le han dado. Siempre son las peores, aquellas donde saben que habrá menos gente en casa y por lo que deberá patearse todo el barrio hasta encontrar diez personas que se adapten al tipo de población que necesita y que además quieran contestar pacientemente su cuestionario de diez minutos y que nunca se acaba antes de treinta. Él observa como la gente a los tres minutos comienzan a perder la paciencia, a los cinco ya dicen que pongas lo que tú quieras y que ellos lo firman. Se les consigue convencer a veces, otras Alberto ya va tan desesperado que se queda solo con los datos de la persona y él mismo rellena las entrevistas de vuelta a casa, de forma completamente fraudulenta. Lo importante es que el validador no le pille.
También como cada día, sabe que le esperan un buen puñado de gente simpática, con un poco de suerte se enamorará de alguna chica que le abra la puerta y responda alegremente a sus preguntas; quizás hasta se enamore un par de veces. Y también le esperan los prepotentes, tanto aquellos que responden los cuestionarios con aires de superioridad, como los que no tienen suficiente con decir “no, gracias, no me interesa su encuesta”, o un “lo siento, tengo el tiempo justo para comer antes de volver al trabajo”, si no que han de intentar humillar al pobre chico, diciendo cosas como “¿pero tú que me quieres vender?, ¿ te crees que soy tonto o qué?”. Como cada día necesitará mucha paciencia para observar como muchos curiosean por la mirilla imaginando que ninguno les ve desde el otro lado de la puerta; a muchos, sobre todo a las señoras mayores, les gusta quedarse un buen rato mirando en esta posición tan incómoda. A menudo Alberto no se puede resistir a insistir con el timbre o con golpecitos en la puerta, solo para tocar las narices, pues sabe que nadie le abrirá, y si le abren solo será para hacerle perder más tiempo y acabar diciendo “No, ya soy mayor para eso”.

Pero jamás pensó encontrarse lo que os cuento a continuación. 
Son las cinco de la tarde de un día laborable, Alberto se encuentra en el barrio de Nou Barris, en Barcelona; va piso por piso llamando al timbre, buscando mujeres para su entrevista. Ya sólo le queda un perfil de ama de casa joven para acabar y volverse a casa. Una puerta abre y aparece una mujer de unos treinta años.

- ¿Si?
- Buenas tardes, trabajo para una empresa nacional de estudios de opinión. ¿Sería tan amable de dedicarme unos minutos para contestar unas preguntas sobre anuncios televisivos?
- ¿Es muy larga?
- No, tranquila, máximo diez minutos.
- ¡Uf!, no tengo tanto tiempo.
- Bien, la puedo intentar hacer en cinco, no se preocupe.
- Está bien, ¿qué quieres preguntarme?
- En primer lugar, ¿cuánto tiempo dedica cada día a ver la televisión?
- Poco.
- ¿Poco quiere decir una hora?
- Sí, una hora más o menos -error del entrevistador, nunca se debe sugerir respuestas al entrevistado.
- Y durante ese tiempo,¿ve los anuncios?
- A veces.
- ¿Le parecen interesantes? ¿Mucho, bastante, suficiente, poco, nada?
- Mmm, bastante.
- Hay alguno que le parezca más interesante que otros?
- No, todos igual.
De fondo se oye una voz de hombre.
- ¡Ángeles! ¿Qué haces tanto rato en la puerta? ¿Quién es?
- Es una encuesta -contesta ella.
- Pues cierra ya que hay trabajo y no tienes tiempo para chorradas.
Ella le pregunta a Alberto si queda mucho. "No, cinco minutos" miente él, preocupado por perder la entrevista. Ella no puede esconder su angustia.

- Me dijiste que serían cinco minutos.
- Perdone, le dije que intentaría hacerla en cinco.
- ¡Ángeles!, ¡Mándalo a la puta mierda!
- Lo siento....
Le cierra la puerta en la cara. Pero Alberto no se lo reprocha, se ha acojonado pues al cerrar la puerta ha visto el miedo en los ojos de la mujer. Da unos cuantos pasos hacia las escaleras y de repente oye al hombre gritando a la mujer:

- ¡Eres una Gilipollas! ¡Abres a cualquiera! Un día de estos te van a violar, y te lo vas a tener bien merecido, ¡por subnormal!
A ella no se le oye. Alberto no quiere escuchar más y baja las escaleras tan rápido como puede. Por hoy ya hay suficiente.
Los insultos de aquel malnacido hacia su mujer no se le van de la cabeza en toda la noche. Se siente avergonzado de no haber vuelto a llamar a la puerta y darle cuatro hostias. Pero, ¿quién es él para meterse en los asuntos de los demás? De todas formas, aquel tío no es nadie para maltratar a otra persona, y menos si ésta es la persona a la que en algún momento amó. 
Al día siguiente, Alberto deja su trabajo. Su jefe se preocupa por él, si se trata de problemas personales o es una cuestión de dinero, y Alberto miente :

- Este semestre tengo unas asignaturas muy chungas y no puedo dedicarme a las encues...entrevistas.
Dos días después del incidente, Alberto se pasea por los alrededores del edificio. Espera volver a ver aquella mujer, preguntarle si puede hacer algo por ella, decirle que le ayudará en lo que necesite. Aquel día no la ve, pero al día siguiente vuelve y esta vez si la ve, pero cuando se quiere acercar no se ve con coraje para decirle nada. Ya no volverá nunca más, la cobardía le puede.
Un año después, mirando el diario, lee una noticia que le hiela la sangre:
Mujer muerta en Nou Barris. Cayó desde un sexto piso. Su marido ha sido arrestado bajo la sospecha de homicidio.
No salen fotos, no salen nombres ni direcciones. Alberto intenta recordar si aquella mujer vivía en un sexto y se dice a sí mismo que no, que era un quinto..¿o un séptimo?

Una lágrima resbala por su mejilla.

dilluns, 23 de novembre del 2015

Onanismo competitivo

- Cariño, ¿nos vamos ya a dormir?

A ella le parecía raro que su marido aún no hubiese dicho nada. No había noche en que él no le interrumpiera en medio de su reality favorito para invitarle a irse juntos a la cama. Ella siempre le pedía cinco minutos más, y él se comenzaba a quejar de que si tenía mucho sueño, de que cada día se levantaba muy pronto, y a ella no le quedaba más remedio que claudicar, apagar la televisión e irse con él a dormir.
Sin embargo, esta noche él no ha dicho ni pío, y por primera vez, que ella recuerde, ha sido ella quien, rendida de sueño, ha lanzado la pregunta. Pero lo que más le ha sorprendido es la respuesta:

- Si no te importa me quedaré un ratito más. Hoy no tengo mucho sueño y prefiero ver la televisión antes que no parar de dar vueltas en la cama.

Ella no sabe qué decir. Así que opta por un "No vengas tarde" seguido de un "Buenas noches".

- Buenas noches mi amor - contesta él.

Una hora después, ella sigue despierta en la cama, sin poder dormir pensando en la actitud tan extraña de su marido. Tan sorprendida está que decide ir a ver qué hace en la sala de estar. Se levanta y no sabe si debe hacer ruido para avisar a su marido de que se acerca o si lo mejor es caminar sigilosamente para que él no le vea. Decide hacer lo segundo. Se aproxima a la sala de estar a paso silencioso, la televisión apenas se escucha, sin embargo su marido sí emite ruidos extraños,

"Venga, vamos" "Así, muévete" "Corre, corre, ahora, ¡ahora!"

- ¿Pero qué haces Juanqui?

La escena no es la que ella temía, aún es peor. Su marido está viendo un partido de fútbol, el Clásico, repetido por enésima vez.

- Lo siento mi amor, es superior a mis fuerzas. Necesitaba verlo una vez más.
- Tú estás enfermo.
- ¡No es eso, cariño! Es que ha sido el partido del siglo.

Ella sale de la sala de estar y al momento vuelve. Le lanza la almohada a la cabeza.

- ¡Hoy duermes en el sofá!

Juanqui no le escucha, su mirada está fija en el partido y de su boca salen palabras incoherentes "Neymar de tacón a Iniesta y ..."


dijous, 19 de novembre del 2015

Terror incierto terror certero

El niño apretó la mano de su padre.

- ¿Qué sucede?
- ¿Por qué hay tanta policía, papá? ¿Están buscando a alguien malo?

El hombre observó a su hijo, alrededor del cuello llevaba la bufanda de su equipo. Era la primera vez que iba a ver a su equipo al estadio y encima se trataba del partido más esperado del año. El niño llevaba esperando ese día casi un año entero, desde la última ocasión en el que ambos equipos jugaron en aquel estadio. Entonces, el chaval le preguntó a su padre si podrían ir el año siguiente a ver el partido en el campo. Él le prometió que así sería y desde ese día se preocupó de conseguir las entradas con la suficiente antelación para evitar problemas y no decepcionar a su hijo.Sin embargo, la ilusión por disfrutar ese momento se había vuelto angustia por culpa de los atentados de la semana anterior en París.

- Es por lo de la semana pasada. ¿Te acuerdas?
- Sí. ¿Es que creen que pasará aquí?

A sus ocho años tenía edad para enterarse de estas noticias, aunque seguramente sería incapaz de asimilarlas. ¿Cómo explicarle a un niño hasta donde puede llegar la crueldad del ser humano?

- No, no te preocupes. Aquello fue muy lejos y la policía lo que hace es vigilar para que no pueda pasar aquí.

El niño no preguntó más. Su padre no sabía si lo había convencido con aquella explicación. A él, desde luego, no le convencía. ¿Cómo comprobar cada mochila, cada bolso, cada bocadillo que entra en el estadio? ¿Y si se inmolan en alguna cola de los accesos interiores, justo antes de los controles? ¿Y si alguien con acceso libre al estadio introduce los explosivos? Un trabajador de la limpieza, algún empleado del club o incluso un simple vendedor de refrescos que haya sido adoctrinado por los terroristas. Dicen que la bomba que metieron en el avión ruso iba en una lata de refresco. Lo mirase por donde lo mirase, la vulnerabilidad era total. ¿Cuánto tiempo durará esta locura? pensó. ¿Hasta cuándo desconfiaremos de cualquiera que se encuentre en el asiento contiguo en el estadio de fútbol, en el metro o en el autobús? Ni siquiera podremos ir a cenar o a divertirnos sin pensar que en cualquier momento alguien puede sacar un kalashnikov y comenzar a pegar tiros. ¿Cómo lo hacen en las zonas de guerra para combatir este terror continuo?

La niña apretó la mano de su madre.

- ¿Qué sucede?
- Se acercan muchos aviones.

La mujer miró hacia el cielo y se dio cuenta de que su hija tenía razón.

- Tenemos que escondernos ¡Corre!
- ¿Quienes son, mamá?
- No lo sé, hija. Puede que sea el gobierno, o los rebeldes o los de Estado Islámico. O quien sabe si rusos, americanos o franceses. ¡Da igual! ¡Corre!
- Pero mamá, ¿por qué nos quieren matar?

La mujer dejó de estirar del brazo de su hija, se detuvo un momento y la observó mientras les comenzaba a llegar el sonido de los aviones acercándose. La niña se protegía del frío con la chaqueta que había pertenecido a su hermano mayor y que aún tenía unas cuantas manchas de sangre, el único recuerdo que había quedado de aquel. En sus ojos, rojos de tanto llorar, se reflejaban el cansancio y la incomprensión. El rostro de su hija, con tan solo ocho años, era la viva imagen de la desesperación y el terror.

- No lo sé, cariño. Quizás porque son malos.
- ¿Todos ellos?
- Sí, hija. Todos ellos.

Ambas se abrazaron y lloraron juntas de nuevo mientras las primeras bombas comenzaban a estallar cerca de ellas.

dimarts, 3 de novembre del 2015

La librería a la vuelta de la esquina


Hashtag twitter : #Libreríadelaesquina

Como cada día, el metro esta mañana iba completamente lleno, no cabía ni un alfiler en el caso que alguno hubiese querido desplazarse hasta la sastrería de turno. En momentos como ese uno agradece disponer de un libro digital que le amenice el viaje sin tener que desplegar treinta centímetros de tapas duras ante las narices de unos cuantos compañeros de medio de transporte. Durante un buen rato pude adentrarme en las batallas de Panem entre el distrito trece y el Capitolio. Sin embargo, entre las paradas de Urquinaona y Catalunya, justo cuando el Sinsajo estaba a punto de ser tiroteada, otro libro digital se coló entre mis ojos y el mío propio. Giré mi cabeza y a mi lado, demasiado cerca de mi oreja izquierda, me encontré con el rostro de una bonita mujer de unos cuarenta años que ni siquiera se había dado cuenta de que estaba perturbando mi mejor momento de la mañana. A punto estaba de decirle algo pero me dio por curiosear la lectura que le mantenía hipnotizada. La primera frase que leí captó mi interés: "Así fue como el Cazador de Lágrimas llegó a la Tierra y desde entonces va sembrando la tristeza allá por donde pasa".
"Perdone" le dije a la mujer. Por supuesto ella no se enteró. "Perdone" insistí. Por fin conseguí que se diera cuenta de que hablaba con ella.
- ¿Sí?
- Me podría decir de qué va el libro que está leyendo.
- ¿Eh? ¡Ah! Pues es de relatos sobre librerías. Cada relato lo escribe un autor diferente. El libro se llama "La librería a la vuelta de la esquina".
- ¿Y qué tal está?
- Pues muy bien, es muy adictivo. Lo comencé ayer por la mañana y ya estoy a punto de acabarlo.
- ¿Y de qué tipo son los relatos? ¿Ficción?
- Ficción, novela negra, humor... Un poco de todo.
- ¿Y de dónde se lo ha bajado?
- Lo he comprado en la tienda de Amazon Kindle, en este enlace.






- Pero es que mi libro electrónico no es Kindle.
- Bueno, se puede bajar la aplicación Kindle para ordenador, móvil o tablet. En tablet y ordenador se lee muy bien y es muy fácil bajarse el libro. La puede bajar aquí.
- ¿Y si lo quiero pirata?
- ¿Se lo va a bajar pirata por menos de dos euros?
- Bueno...
- Si no le importa, me gustaría terminar el relato antes de llegar a Plaza España. Además, también tengo que puntuar el libro cuando lo acabe. Gracias.

La mujer siguió leyendo y por culpa de mi estupidez supina perdí la oportunidad de seguir conversando con ella. "¡Eh, eh! ¡Que estamos aquí!" El sinsajo y el presidente Snow requerían mi atención, me había olvidado por completo de ellos.

Cuando llegué al trabajo, a escondidas de todos, me puse a buscar la sinopsis de "La librería a la vuelta de la esquina". Y esto es lo que encontré:



"Diez autores y once relatos rinden un espléndido homenaje a librerías, libreros, libros y lectores. Policíacas, misteriosas, románticas, fantásticas, realistas... historias extraordinarias con el protagonismo indiscutible de una librería siempre única, como la imaginación de quien la describe y la habita, de quien la dota de personajes y llena sus estantes de libros raros y maravillosos para que el lector se pasee por entre sus prometedores estantes. Por estas páginas transitan encantadoras investigadoras, clásicos que cobran vida, libreros excéntricos, herencias librescas, detectives suspicaces, acertijos de siglos pasados, palabras mágicas que conjuran hechizos olvidados, James Joyce, Hemingway, una dragona y hasta el mismísimo señor de las tinieblas.
Entra, lector, ponte cómodo y respira sin prisas el aroma de la literatura bajo el tenue polvo de sus estantes. Traspasa el umbral de estas librerías, eres más que bienvenido."


Ya me lo he comprado y aprovecho el viaje de camino a casa para comenzar a leerlo en mi móvil. Cuando llegue a casa me lo descargaré en la tablet y también en el pc, pero por ahora es lo que hay. Los dos primeros relatos me han gustado mucho, y estoy seguro que los siguientes no me defraudarán. Dejo para el final a mis amigos Amparo y Max, cruzando la Puerta...






diumenge, 1 de novembre del 2015

Kaiju, la bestia.


31 de octubre, en un lugar cerca de Los Angeles. John corre junto a la bici de su hija. El esfuerzo le vale la pena, observa con orgullo como la pequeña Sammy pedalea manteniendo el equilibrio. Es su primer día con una bicicleta de verdad, sin ruedas laterales, y parece que la niña de cuatro años le ha cogido el truco muy rápido. “Más rápido, papá”, y John comienza a tener problemas para seguir el ritmo. Circulan por una calle peatonal, con casas en un lado y sus jardines en frente. El sol aprieta, aunque estamos ya en otoño. John corre por encima de las hojas caídas de los árboles, su hija las evita torpemente y él lucha por no tropezar con la bicicleta. El sudor cae por su cara “Maldito otoño, ayer frío y hoy calor, cada día diferente al anterior”, pero por otro lado agradece el día tan bonito que hace. Es el día perfecto y John está difrutándolo junto a su hija. 
A miles de quilómetros de allí, al otro lado del océano Pacífico, un anciano se quita el kimono y se arrodilla en frente de su altar a la diosa del Sol, Amaterasu. Akiro, a sus 75 años es uno de los hombres más ricos de Japón. No hay niño en oriente o en occidente que no haya probado alguna vez sus "Kaiju", caramelos que tienen la forma de monstruos gigantes como Godzilla. En Estados Unidos causan furor en Halloween, esta noche se consumirán millones de ellos en el gigante americano. Es curioso cuanto menos que de su mente surgiese la gran idea de comercializar caramelos tan originales cuando en toda su vida, Akiro, únicamente probó un caramelo, cuando tenía cinco años.
“Cariño, ¿qué te parece si descansamos un poco?” John ya no puede más. Echa de menos la forma física que tenía hace tan solo cinco años. En ese tiempo él ha engordado diez kilos y ahora es incapaz de correr más de un par de kilómetros seguidos. Sammy no le escucha, sigue pedaleando y riendo, pedaleando y riendo, cada vez más rápido. “¡No corras tanto, te vas a caer!” pero la niña sigue sin frenar. Se acercan al final de la calle y John realiza un último esfuerzo por alcanzar a su hija.
El anciano rememora aquel día, hace ya setenta años, pero que para él ha quedado marcado en la memoria como el fuego en la madera. Era jueves, y como era agosto él estaba de vacaciones. En aquellos días, todas las mañanas acudía con su abuelo a un parque muy cercano a su casa, en Nagasaki. Pero aquella mañana su abuelo se pasó pronto por su casa para decirle que esta vez no podían ir al parque. Él tenía que ir al ayuntamiento a buscar unos papeles y no podía llevarle. Al ver la cara de su nieto, el hombre sacó un caramelo de su bolsillo y se lo dio. “Toma. Te lo guardaba para tu aniversario, pero creo que hoy te hará más falta. No me gusta verte triste”. El abuelo le puso la condición de que se lo comiera después del almuerzo, no quería que la madre se enfadara con el niño por su culpa. El niño prometió hacerlo así y se guardó el caramelo en el bolsillo.
John se da cuenta de que aún no ha enseñado a su hija a usar los frenos. “¡Sammy, aprieta el freno!”. Le gustaría añadir que lo mejor es que utilice el freno derecho, y que no frene demasiado porque podría perder el equilibrio, pero no tiene tiempo. Por suerte la niña aprende rápido. Frena presionando los dos frenos a la vez, pero sin hacer demasiada fuerza, con lo que consigue mantener el equilibrio el tiempo justo para que su padre le de alcance y aguante la bicicleta. Se quedan a dos metros de la carretera, justo en ese momento les cruza un coche a toda velocidad. “¡Qué suerte hemos tenido!” piensa John. A Sammy se le ha borrado la sonrisa de la cara por culpa del susto. “Tranquila, no ha pasado nada. ¡Y además lo has hecho muy bien! ¡Te has ganado un premio! ¿Qué te apetece?”
Nunca más volvió a ver a su abuelo, nunca más volvió a ver a nadie. La catástrofe le alcanzó en casa mientras ojeaba un cuento sobre un perro llamado Hachiko. El edificio se derrumbó y él se salvó gracias a que era una edificación baja, aunque se quedó ciego. Su madre no tuvo tanta suerte, aún estaba comprando cuando la bomba cayó y la muerte la encontró de camino a casa. Su padre había muerto sirviendo al emperador un par de años antes. Aquel nueve de agosto, Akiro se quedó solo en este mundo, sin poder mirar al futuro. En medio del caos su ceguera pasaba desapercibida, miles de personas vagaban sin rumbo, como él. Durante horas estuvo perdido, hasta que de pronto alguien le cogió la mano y lo llevó a una casa. Le dio un cuenco de sopa y un rincón donde dormir a cubierto. No sabe cuanto tiempo estuvo con aquella extraña, ella nunca le hablaba. Él solo descubrió que era una mujer porque un día ella le guió hasta un hospital y antes de dejarle con las enfermeras le puso algo en sus manos. “Toma, esto es tuyo”. Era el caramelo de su abuelo. “Quien te dio esto seguro que querría que nunca olvidases lo que pasó. Querría que nunca perdonases. Comételo y jura que le vengarás”. Se metió el caramelo en la boca, era lo más dulce que jamás había probado, y también fue lo más amargo que jamás saboreó. 
“¡Un Kaiju, papá! ¡Muchos kaijus!” Es la noche de Halloween y es lógico que Sammy quiera el típico caramelo del “Trick or treat”. John no se lo puede negar a su hija. Coge la bicicleta con una mano y con la otra coge la mano de la pequeña. Se dirigen a la tienda de caramelos del pueblo donde John compra una docena de terroríficos monstruos gigantes nacidos de la imaginación de algún genio demente.

Toma el sake. Por la mente de Akiro se precipitan los recuerdos: el abuelo, el caramelo, Hachiko, la luz cegadora, el trueno, las piedras, la oscuridad, la mano, la voz, el sabor del caramelo. Le internaron en un orfanato donde cada segundo que estuvo recordaba su promesa. Con mucho esfuerzo y la ayuda de su inteligencia innata, salvó el obstáculo de la ceguera y fue logrando un éxito tras otro. Trazó un plan a largo plazo que con tiempo y paciencia fue tomando forma. Sólo faltaba el detonante. Hace pocas semanas le diagnosticaron un cáncer terminal, seguramente provocado por las radiaciones de la explosión. Este va a ser su último Halloween. Ha llegado el momento de la venganza. Durante años estuvo investigando un veneno completamente indetectable, sin olor, sabor ni color. Cuando lo obtuvo, lo fabricó a toneladas y lo almacenó esperando el momento. En cuanto supo la noticia de su enfermedad, ordenó a sus fábricas de caramelos que añadiesen el nuevo componente a los caramelos que iban a exportarse a Estados Unidos. El anciano ciego se convertirá esta noche en el mayor de los monstruos de Halloween. Está a punto de cumplir su promesa de venganza y ya puede descansar. Saca su Tantō de la vaina y se destripa de izquierda a derecha, luego, con un último esfuerzo, empuja la hoja hasta el esternón. Amaretasu es la única testigo de su sacrificio.

“¡Papá!” La voz de Sammy suena débil. John mira el reloj, las dos de la mañana. Se levanta y va a la habitación de su hija. La piel de la pequeña quema literalmente, el sudor baña su cuerpo. John intenta durante horas llamar a urgencias, pero el teléfono comunica todo el tiempo. Ni siquiera puede llegar al coche con la niña en brazos. Los ojos de Sammy, como los de miles de niños americanos esa noche, se cierran para siempre.  

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