dimarts, 13 de setembre del 2011

12-S

Llevaba todo el fin de semana pensando en cómo describir el once de septiembre, todo lo que ese día trae a mi memoria. Quería plasmar en un relato esa concentración de dolor, esa fusión de desgracias provocadas por el hombre para dañar a su prójimo.


No sabía como empezar. Primero pensé en escribir acerca de la Diada de Catalunya, pero es muy difícil para mí hacer épica de una bandera cuando soy incapaz de comprender la palabra patria.
Entonces pensé, me gustaría poder recordar al gran Víctor Jara, haciendo una historia sobre Manuel y Amanda, pero habría sido pecado mancillar con mis palabras la gran poesía del desgraciado cantautor.
Así que finalmente me decidí a hablar del episodio de terror que hace diez años sufrió la ciudad de Nueva York, pero de nuevo desestimé la idea al pensar que me podría ganar muchos enemigos si los lectores malinterpretaban mis palabras.
Ya no me quedaban recursos para exprimir esa fecha, el día pasó y perdí mi oportunidad de comentar todo el sufrimiento provocado de forma tan cruel y gratuita por el ser humano.


Pero esta tarde, la de un doce de septiembre de 2011, mientras esperaba en un semáforo a que el peatón se pusiera verde, he visto algo que me ha llegado al corazón:
En la acera de enfrente se encontraban parados una mujer mayor junto a un joven con síndrome de Down que he imaginado era su hijo. En un momento dado, y de forma completamente espontanea, el joven le ha dado un beso en la mejilla a su madre, y ella se lo ha devuelto con una sonrisa.


Se podrán contar muchas historias trágicas sobre el once de septiembre; yo no he sido capaz y he preferido explicar la historia de amor que he podido observar con mis ojos un 12-S.

5 comentaris:

Miguel Emele ha dit...

Hermosa historia y mejor alternativa al drama original. Parece que el amor huye de los más poderosos y es la gente más corriente la que nos da lecciones como la que nos cuentas. Madres e hijos llenos de cariño deberían decidir en el mundo y no esa panda de arrogantes. Un abrazo, Wambas.

Wamba ha dit...

Muchas gracias Miguel. Por cierto, el otro día escuché la siniestra noticia de la amenaza nuclear en el sur de Francia. Me vino a la memoria el relato del que eras protagonista, espero que no sea una premonición.
Un abrazo

Unknown ha dit...

Genial tu texto sobre una vergúenza más para la humanidad en su conjunto. Redactada justo al día siguiente de la conmemoración de los 10 años. Pasamos página-día sin olvidar, para aprender... o no ¿?

A ha dit...

Precioso, mucho mejor reflejar un gesto de amor tan pequeño como importante por lo que aporta, que recordar el agujero que aquella fecha siniestra produjo en nosotros. Yo he intentado como tu a veces escribir sobre el tema, finalmente no lo he conseguido. ecuerdo mi mirada atónita frente a la pantalla de televisión, las llamadas de los amigos pero sobretodo como conocia bien el lugar una pena hondisima y una angustia incierta.
Besos

Wambas ha dit...

Ojalá aprendiésemos, pero creo que al ser humano no se le va a cambiar. Mejor quedarnos con una escena del instinto animal que aún nos queda: un beso improvisado de amor.

Gracias Lino y Amparo, un beso

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