diumenge, 18 de setembre del 2011

El mayor engaño de la historia

Sentía como la vida se escapaba de su cuerpo a través de las múltiples heridas que le habían infringido. El sol que tanto le había castigado durante las pasadas horas, ahora no servía para calmar el frío que le envolvía. Suponía que ese era el frío de la muerte.
Desde aquella altura pudo ver a su madre llorando a unos metros de la cruz. Tambíén identificó a algunos de sus discípulos, los más atrevidos, que se escondían entre la multitud, silenciosos, temerosos de ser descubiertos por sus vecinos.
De entre esa multitud se destacó un niño de unos diez años aproximadamente. El niño se acercaba a la cruz, sin que los soldados que la custodiaban le interceptaran el paso. Cuando llegó a un par de metros de él se detuvo. Sus ojos se clavaban en los del moribundo.


- Debes estar sufriendo mucho.
- Ya está cerca el final.
- ¿Ha valido la pena?
- Sólo el señor lo sabe. Yo tan sólo obedezco sus exigencias.
- ¿Estás seguro de ello?
- Siempre he intentado mantenerme en el camino por el que Él me guiaba.
- ¿Y cómo sabes que era Él quien te guiaba? ¿Cómo puedes estar seguro que no era otro quien susurraba en tu oido?
- ¿Quién otro podría hablarme con palabras que calman mi corazón? ¿Quién otro podría concederme la seguridad y la lucidez para anunciar su mensaje de paz y de amor con tanto éxito?
- ¿Éxito? ¿Acaso no te has visto? ¿Dónde están ahora tus seguidores? ¿Dónde han quedado tus palabras?
- Les exhorté a mantenerse cautos. Su misión es mucho más importante que sacrificarse por salvar mi vida. Ellos esparcirán por todo el mundo el mensaje de mi Padre.


Una sonrisa diabólica se dibujó en la cara angelical de aquel niño.


- Tengo malas noticias para tí. No era tu Padre quien te dictaba tus acciones. Con tu muerte condenas el mundo a una existencia más desdichada, aún si cabe, de lo que ya es. Todo comenzará con la invención por parte de tus discípulos, de la farsa de tu resurrección. Gracias a ello y a la invención de otras historias sobre tus supuestos milagros, no tardará en llegar el momento en el que tus fieles dominarán la tierra en tu nombre y en el de tu Señor. Ellos ejecutarán las mayores atrocidades posibles, dando lugar al sufrimiento y muerte de millones y millones de personas. Abusarán de su santo poder para apoyar a los criminales más terribles que la historia haya visto jamás, llegando incluso a subirlos a los altares o a bendecir sus armas de destrucción masiva. Los responsables de tu Iglesia no dudarán en mancharse las manos de sangre por su propia avaricia y la de tus fieles. Ellos mismos darán la orden de aniquilar pueblos enteros de aquellos que se nieguen a besar su mano: paganos, judíos, musulmanes, sus propios hermanos cristianos; todos ellos serán víctimas del odio y la avaricia de tus fieles. ¿Te das cuenta de lo que has conseguido con tu sacrificio?


El niño hizo un gesto con su mano; el soldado llamado Longinos se giró hacia la cruz y clavó su lanza entre las costillas del martirizado. Nadie pudo apreciar el gesto de horror que cruzó el rostro del hombre engañado justo antes de recibir la herida mortal.


Miles de historias se explicaron acerca de aquel día, pero en ninguna de ellas, excepto en esta, se habló jamás de aquel niño que había mostrado a Jesús el futuro de su obra.

1 comentari:

Unknown ha dit...

Este relato me ha gustado mucho! Está escrito bajo los efectos del Albariño? ;P

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