dimecres, 19 de juny del 2013

Detrás de la palabra democracia.



Entramos en aquel museo de arte contemporáneo esperando encontrarnos con las típicas chorradas que los paganos en el arte tanto despreciamos. Los ignorantes en cualquier materia  siempre hemos preferido las cosas sencillas de entender: un retrato pintado por Velázquez, una noble pintada por Goya, una escultura griega o un político demagogo que nos explique las cosas de forma clara y por su nombre ocultando que en la realidad los problemas y sus soluciones  difícilmente son blanco o negro.
¿Y por qué entrasteis?, os preguntaréis. Pues bien, la respuesta es sencilla. Ese día la entrada era GRATIS. Sí, GRATIS, esa palabra mágica capaz de llenar museos a medianoche, o de llenar heladerías el día de su estreno, o de provocar inmensas colas de jubilados esperando la prensa gratuita del día. Tú di que algo es GRATIS y el éxito será rotundo. Pues eso, íbamos a ver un museo que nos importaba tres cominos, pero como era GRATIS allí que nos metimos. Y durante gran parte de su recorrido, el museo no nos defraudó, nos pareció una auténtica mierda. Hasta que llegamos a una sala muy espaciosa, toda blanca, con un cuadro también blanco en medio y un hombre con un mono blanco sentado sobre una silla blanca al lado derecho del cuadro. Junto a la silla había un cubo blanco lleno de pintura blanca y un rodillo hundido en la pintura. El hombre también tenía la piel pintada de blanco y se estaba mirando las uñas de los dedos impertérrito a los ojos del público que comenzaba a aglomerarse en aquella estancia.
Antes he dicho que el cuadro era blanco y no es del todo cierto. O quizás sí. Me explico: El cuadro era blanco en su totalidad pero sobre aquel fondo se había pintado, con letras también blancas, la palabra DEMOCRACIA cubriendo todo el ancho de aquel inmenso cuadro. Todos lo mirábamos sin saber qué hacer. ¿A qué venía todo aquello?
Entonces, a una chica del público, la que debía ser la más lista de la clase, se le ocurrió acercarse hasta la obra de arte, tanto que casi se mancha de blanco la nariz, que por cierto tenía exageradamente larga. La joven observó un momento al tipo sentado al lado - este seguía mirándose las uñas de las manos – y volvió a observar el cuadro. De repente vemos cómo se pone a rascar con sus uñas la pintura del cuadro. “Hay algo debajo de la pintura”, dijo. Todos nos acercamos. En efecto, tal y como la chica rascaba la pintura blanca, debajo de esta iba mostrándose una imagen escondida, la de una mujer con una cuenca vacía. “Es la chica que recibió en el ojo una pelota de goma de los Mossos”, dijo alguien. Otro comenzó a rascar la pintura por el otro extremo del cuadro, “Mirad, aquí sale el anterior Vicepresidente del Banco Santander que fue indultado por el gobierno de un delito económico”. “Y aquí aparece la foto de una chica, no sé quién es”, el hombre que estaba al lado contestó “Sí, esta chica era una exconcejal del Partido Socialista de Euskadi que se suicidó el día que le iban a desalojar de su piso por no poder pagar”. “Aquí salen el Rey y la Reina postrándose ante Franco”, dijo otro en otro lado.
Quien podía y encontraba un hueco se disponía a rascar la pintura blanca y allí dónde lo hacían aparecían imágenes que dejan en evidencia la palabra DEMOCRACIA: represión policial, abuso político, corrupción sistemática, manipulación de los medios de comunicación, alguna que otra desaparición, encarcelamiento o tortura de profesionales culpables de investigar la verdad, prisiones en terceros países que violan los derechos humanos, logos de empresas que monopolizan el comercio internacional, guerras declaradas por los recursos naturales; decenas de imágenes que llenaban todo un cuadro más grande que el Gernika. Después de diez minutos, la pintura blanca había desaparecido y los presentes nos quedamos un buen rato observando el cuadro en su totalidad, la verdadera obra que se escondía detrás de la inmaculada palabra DEMOCRACIA.
Esperé a ser el último en salir de la sala. Había algo que me intrigaba y que no tardé en comprobar:
Una vez todos hubieron marchado, el hombre de blanco se levantó de su silla, cogió el rodillo y comenzó a pintar de nuevo aquel inmenso cuadro. En pocos minutos, una vez hubiera secado la pintura, otro grupo de visitantes volvería a descubrir aquello que se esconde detrás de la palabra DEMOCRACIA.

3 comentaris:

Miguel Emele ha dit...

Muy bueno, Wambas. Me ha encantado y da mucho que pensar. Un abrazo.

Wambas ha dit...

Muchas gracias Miguel. Otro abrazo para ti

A ha dit...

A mi también me ha encantado, bien escrito y ocurrente. Ya te lo dije, cuídate mucho. Un abrazo

Licencia de Autor