diumenge, 13 de març del 2011

Un mundo mejor (2) (Escrito por Bulnes)

Rodrigo llevaba varias horas caminando bajo el sol otoñal de Asturias. Se había tomado el día libre en el trabajo porque necesitaba pensar. De un tiempo a esta parte parecía que le venían golpes de todos lados. Estaba perdiendo la fe en todo, en la verdad, en las personas, en la justicia, en la paz… ¿había algo realmente por lo que mereciera la pena vivir y morir? En ocasiones echaba de menos los días de su infancia, no porque entonces tuviera menos problemas, ni porque sus padres lo protegieran de cualquier amenaza real o imaginaria. Echaba de menos aquella convicción de que el mundo era bueno, su convencimiento en que la bondad siempre triunfaba y que la maldad llevaba en ella misma su destrucción. Ahora, sin embargo, estaba temiendo convertirse en un cínico. Cada vez le costaba más ser fiel a sus ideales y convicciones. Cada vez tenía menos fe en el mundo y, por mucho que pensaba sobre ello, no veía que podía hacer para mejorarlo. Se sentó unos minutos en una piedra al lado del camino. Iba caminando en dirección a Bueño, donde sus abuelos tenían una casa y seguía para ello el camino de Santiago. Desde su Ribadesella natal hasta la casa de sus abuelos sólo había unos veinte kilómetros, muchas veces había ido caminando a visitarlos, aprovechaba no sólo para hacer un poco de ejercicio, sino para meditar sobre el rumbo que iba tomando su vida. Pero pocas veces había estado tan desmoralizado como ese día.
Tan absorto estaba en sus pensamientos que no advirtió que un peregrino se acercaba y se paraba a su lado. No fue hasta que el hombre le saludó que se dio cuenta de que había dejado de estar solo. No era hoy un día en el que le apeteciera charlar con desconocidos, pero se impuso la educación.

-Buenos días-le dijo el desconocido.-Supongo que no es un peregrino, le delata la ausencia de la mochila.
-No, no lo soy. Vivo en esta zona, simplemente estaba paseando, quería estar sólo, pensar sobre…

Las palabras murieron en su boca. No estaba seguro de querer hablar con un extraño sobre sus problemas personales. Aunque bien mirado, tal vez no sería una mala opción. Al fin y al cabo no le volvería a ver, no tenía que preocuparse por contar demasiado a una persona que desaparecería de su vida en un par de horas, a lo sumo.

-Venía meditando sobre el mundo tan desastroso en el que nos ha tocado vivir.
-Supongo que cuando habla de un mundo desastroso, se refiere a lo que nosotros estamos haciendo con un mundo que podría ser maravilloso.

Rodrigo miró al peregrino de reojo. Sus palabras le recordaron a aquellos hippies de los sesenta que pregonaron que había que hacer el amor y no la guerra, pero que no tardaron en subirse años más tarde al tren del capitalismo. Pero este hombre tenía aspecto de ser una persona despierta. Algo le decía que tenía la cabeza bien amueblada.

-Mire señor -respondió Rodrigo -no sé si el mundo es un desastre o nosotros lo hemos convertido en un desastre. La realidad es que cada vez nos hundimos más. Hablando en términos generales, están las terribles desigualdades entre los países ricos y pobres. El robo que estos últimos sufren de manos de los primeros. El mercantilismo que gobierna todas nuestras acciones, y que provoca que no se hagan las cosas porque sean buenas o necesarias, sino solamente por beneficio que se pueda sacar de ellas. A un nivel más cercano está la competitividad, la falta de principios éticos que gobiernan nuestras acciones. Ahora todo vale, si para ascender en la empresa hay que vender a un amigo, se hace. Si te atrae la esposa de tu amigo, se va a por ella. Si hay que mentir para conseguir algo, nadie duda. Si para irse de vacaciones y aparentar hay que forzar a unos pobres padres a que colaboren con parte de sus ahorros, se hace. ¿Queda algo que merezca la pena en este mundo? Me gustaría volver a ser un niño, así al menos podría confiar en que un día aparecería un hada que me concedería un deseo. No lo dudaría ni un momento, pediría un mundo mejor. ¡Como desearía poder hacer algo para mejorar el mundo y dejar así de sentir esta terrible desolación que me embarga cuando veo que no son los mejores los que triunfan, sino los más indiferentes a las necesidades de los que los rodean, los más despreciables, los más carroñeros!

El peregrino sonrió. –Muchos desean cambiar el mundo. Pocos se dan cuenta de que lo más necesario, más aún, lo único que pueden hacer, es cambiarse a ellos mismos. Deje de pensar que el mundo va mal porque actúa una fuerza maligna sobre él. O que si está así es debido al comportamiento de los demás. Si el mundo es como es se debe sólo a una cosa: la situación actual es la consecuencia de los actos de todos y cada uno de nosotros. ¿Sabe que si todos los habitantes de la Tierra vivieran como los europeos sólo podrían vivir en el planeta unos 2.000 millones de personas? Somos casi 8.000 millones. Las cuentas son claras, si queremos una vida digna para todos, los habitantes del primer mundo han de bajar drásticamente su nivel de vida ¿usted estaría dispuesto?

“Por supuesto” estuvo a punto de decir Rodrigo, sin embargo las palabras no llegaron a pronunciarse. ¿Realmente haría algo así? Tal vez sí, si todos los demás lo hacían. Sin embargo, no estaba tan seguro de ser capaz de ello si el resto las personas no lo hacían. No quería seguir con esa sensación de estar haciendo siempre el primo. ¿De qué serviría que él renunciara a su nivel de vida si todos los que le rodeaban no lo hacían? Se lo explicó al peregrino.

-Entiendo lo que dice-dijo aquel.-Sin embargo no le corresponde a usted decidir lo que va a hacer su vecino, su campo de acción se restringe a sus propias acciones. Se lo repito, no puede cambiar el mundo, sólo puede cambiarse a usted mismo. Atrévase a actuar según sus convicciones y encuentre en ello su recompensa.
-¿Me dice que sea un primo? ¿Qué deje que los demás me tomen el pelo?
-En absoluto, le digo que en sus actos encuentre su recompensa, que trate de ser feliz en cada momento. Que procure…
-Mire usted-le espetó Rodrigo- todo esto que me dice es muy hermoso, pero no son más que palabras. No sabe la cantidad de problemas, puñaladas traperas y traiciones que he tenido que soportar este último año. Me propone simplemente que acepte todo esto, como quien acepta que llueve, que sonría, haga lo que creo que es correcto e intente engañarme pensando que esto es la felicidad.
-No. No pongo en duda que ha pasado por momentos duros…. como todos en un momento u otro de nuestra vida. Pero tenga en cuenta que la felicidad no depende de lo que nos pasa, sino de nuestra actitud ante la vida. Te lo pueden quitar todo menos una cosa: tu capacidad para elegir la actitud con la que te enfrentarás a las adversidades. No estoy fabulando. No tiene más que pensar en la gente a la que ha conocido a lo largo de su vida. Seguro que hay alguien, una persona al menos, quien, sin importar los reveses de la vida, eligió sonreír. Alguien que quiso manifestar al mundo que una enfermedad grave, la pérdida de un ser querido, una traición, no le podía quitar la alegría. Alguien que rehusó desperdiciar su tiempo y energía lamentándose sobre cosas que no podía cambiar y que comprendió que dedicar su vida a intentar devolver mal por mal sólo le dejaba un sabor a ceniza en la boca.

Rodrigo se dio cuenta de que se habían desviado del tema inicial. –Empezamos hablando sobre la manera de mejorar el mundo. Yo creí que diría algo como que habría que terminar con las guerras, o repartir mejor la comida del mundo, o castigar a los corruptos y pelotas que no dudan en vender a un amigo para medrar en el mundo.

El peregrino sonrió.- Ojalá pudiera hacer eso. Nada me gustaría más que tener una varita mágica y poder acabar con las guerras en el mundo. Pero ¿realmente serviría? Imagínese que chascamos los dedos y por arte de magia se esfuman todos los conflictos armados que hay ahora en el mundo. ¿Cree que sería para siempre? Desgraciadamente no ya que lo que los originó, el egoísmo y la maldad que hay en el corazón del hombre, sigue existiendo. Por eso le digo que no hay que ir a generalidades sobre las que nada podemos hacer. Céntrese en el origen: la maldad del hombre. Y no hablo solo de la maldad de Mubarak, por poner un ejemplo de actualidad. Sobre eso usted tampoco puede hacer gran cosa. Mire su corazón. Sea honesto consigo mismo y atrévase a reconocer que usted también colabora en la expansión del mal en el mundo. Cambiese a usted mismo. Mejore su entorno, no se preocupe de si recibe o no el reconocimiento de los que le rodean. Sonría, dese cuenta de que en cualquier circunstancia puede sonreir y hacer que alguien se sienta mejor. Luche contra el pesimismo y la desesperación con todas sus fuerzas. ¡Destiérrelos de su mente! Ayude sin esperar nada a cambio, realmente no lo necesita. De hecho, aquí y ahora, tiene todo lo que necesita para ser feliz. No pierda más el tiempo pensando que el mundo va de mal en peor, ni malgaste energía pensando en soluciones para cambiarlo. Céntrese en usted y en los pocos metros cuadrados que le rodean. Sea feliz e intente que los que le rodean también lo sean. Eso sí lo puede hacer, puede influir, y mucho, en las personas que están a su lado todos los días, muchas de las cuales pasan desapercibidas porque no les presta la más mínima atención. Nadie espera que sea capaz de mejorar el destino de los casi 8.000 millones de personas que pueblan el planeta. Pero sí que pueda ayudar a su primo si su negocio quiebra. O pueda dar, con una sonrisa, los buenos días a la mujer que limpia su oficina todos los días. También puede dar un poco de conversación al vecino del cuarto que está roto por dentro tras haber perdido a la que fue su esposa durante 50 años. Puede pasar la tarde ayudando a sus hijos, si los tiene, a hacer los deberes, aun cuando lo que prefiera es ver un programa deportivo en la televisión. No desperdicie su vida mirando hacia el horizonte y perdiéndose todo lo que pasa a su alrededor.

Rodrigo miró de nuevo a su interlocutor. –Creo que entiendo lo que dice.-Vio que su acompañante se levantaba para continuar el camino.
-Lamento dejarle, pero debería continuar, aún tengo un trecho hasta el siguiente albergue.
-Permítame acompañarle un rato. Al fin y al cabo vamos en la misma dirección. Yo voy a Bueño, que está muy cerca del albergue al que usted se dirige.
-Muy bien. Nada me agradaría más. ¡Venga! ¡Pongámonos en marcha! Amenaza lluvia.

-Probablemente-dijo Rodrigo-eso por aquí es muy común.

(Bulnes)

3 comentaris:

horabaixa ha dit...

Hola Wambas,

Molt maco aquest relat. Molt bona la intenció i el resultat.

Podries dedicar-te al coaching, t'ho has plantejat ?

Una abraçada

Wambas ha dit...

Gràcies Horabaixa, però no és meu. Es tracta d'un altre relat participatiu. He demanat als seguidors del blog al facebook que escriguin un relat explicant com imaginen ells un món millor. D'aquí que comencés amb el Imagine de John Lennon aquesta sèrie de relats. Si us plau, anima't tú també a participar, seria fantàstic tenir la teva visió sobre aquest tema. Per cert, ja li comentaré a l'autora d'aquest si vol dedicar-se al coaching, jeje. Una abraçada i anima't a participar

horabaixa ha dit...

.....planxaaa !!!!!!!

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